El regalo

... Y él le regaló una hermosa cajita de música cuya cubierta tenía una famosa pintura con tres bogatyres que, enfundados en sus armaduras, oteaban el horizonte montados en sus caballos.

Ella, sonriente, posó su mirada en la conocida imagen antes de abrir la cajita... ¡ah! ¿Cuál era esa melodía? Ella sabía que era una de sus preferidas, y sin embargo ahora la emoción no le permitía recordar el nombre... qué bella sonaba; las cajitas de música siempre le habían parecido algo melancólicas, pero ésta parecía sacar la melodía directamente de su corazón. Dentro había además varios objetos, una brújula y un librito en el que aparecían las más bellas ciudades del mundo, y también una tarjetita con mariposas. La tarjeta decía: "¡Amor mío! Por desgracia últimamente no hemos podido vernos tanto como desearíamos. Por eso he querido regalarte estos objetos mágicos, para que siempre puedas encontrarme. Cuando leas estas líneas, estaremos juntos en la ciudad de A., ¡la página 13 del librito mágico! (pues resulta que estos dos amantes se habían encontrado en un día 13, por lo cual lo consideraban un número mágico y especial), pero quién sabe adónde nos pueda llevar. Quizás volvamos a encontrarnos en la página 283, quizás en la 298. En cualquier caso, éste no es más que el comienzo de nuestro camino juntos, y aún nos quedan muchas páginas que recorrer. Tuyo siempre, R."

Al leer estas líneas, los ojos de ella se cubrieron de un fino cristal líquido que temblaba, como queriendo romperse. Besó la tarjeta, besó la cajita, besó sus labios, sus sienes, su nariz, y supo que siempre había estado en lo cierto: los príncipes de cuento existen, y el amor también, y ella sólo tenía que creer y esperar para encontrarlos. Y ya nunca los dejaría ir... ¡Ah, sí! ¡Era El Lago de los Cisnes de Tchaikovski!